[Español] Carta de Cuaresma 2025 – Rev. Tomaž Mavrič, CM
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Carta de Cuaresma
Al sobrevolar los Andes, al salir de las nubes, el avión encontró turbulencias y chocó
contra una montaña. Las alas y la cola se desprendieron del fuselaje, que rodó por una pendiente
antes de detenerse. Seis pasajeros y un asistente de vuelo fueron expulsados del avión y
murieron. Otras seis personas murieron rápidamente, entre ellas los dos pilotos. Los
supervivientes se refugiaron en el fuselaje y se acurrucaron unos contra otros para calentarse.
Dos pasajeros murieron durante la noche. Sin nada que cazar o recolectar en la montaña, uno
de los supervivientes declaró que racionarían una caja de bombones y una caja de vino que
habían encontrado.
Más tarde, durante la semana, una avalancha se abatió sobre el avión y llenó de nieve
gran parte del interior. Ocho de los supervivientes murieron asfixiados por la nieve. Los 22
supervivientes restantes se vieron obligados a permanecer en el interior del avión cuando se
dieron cuenta de que fuera había una tormenta de nieve. A lo largo de las semanas siguientes
morirían otros seis pasajeros.
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Vincentian Family Office ● Bureau de la Famillie Vincentienne ● Oficina de la Familia Vicenciana
Después de una caminata de 12 días con temperaturas bajo cero y con ropa y calzado
inadecuados, los dos hombres alertaron a las autoridades sobre la ubicación de sus compañeros.
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Dos helicópteros, uno de los cuales llevaba a los dos supervivientes, sobrevolaron sobre ellos,
llevando a los otros 14 supervivientes a celebrar su rescate inminente. De las 45 personas que
estaban a bordo del avión, solo sobrevivieron 16, después de 72 días en un frío glacial que
alcanzaba los -40 grados bajo cero
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Al ver la película Los Supervivientes y al releer recientemente las notas que había
tomado después de verla varias veces hace casi 30 años, entendí lo que expresa el título de la
carta de Cuaresma de este año: «¡Cuando nos sentimos totalmente abandonados, nuestro jardín
comienza a producir las flores más hermosas jamás imaginadas!».
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A pesar del abandono total que sintieron los supervivientes después del accidente y a
medida que pasaban los días sin señales de esperanza, Alguien estuvo siempre allí para
ayudarlos lentamente a comprender y ver la realidad que vivían desde una perspectiva
diferente, como lo expresaron los supervivientes en algunas entrevistas. «Ahora bien, está el
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Dios del que me hablaron en la escuela, y está el Dios que está oculto por lo que nos rodea en
esta civilización. Es el Dios que conocí en la montaña». «Fueron dos meses y medio de un
largo retiro espiritual». «Momentos de desesperación, palabras y pensamientos vulgares,
destellos de lo absurdo de la vida, decepciones, Jesús nos condujo gradualmente por el camino
de la luz, al encuentro con el Dios vivo». «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor
es contigo... Cuántas veces, congelados por temperaturas bajo cero, rezamos juntos, jóvenes,
deportistas, llenos de vida y de sueños, y comenzamos a profundizar nuestra fe construyéndola
sobre Dios». «Jesús nos hablaba. Cuántas veces lo sentimos en el amanecer y el atardecer, a
través de las noches claras, cuando la luna llena derramaba su luz ante nuestros ojos, su
presencia misteriosa a través de la majestuosidad de las montañas, la realidad continua del
hielo y la nieve a nuestro alrededor, las tormentas de nieve y las avalanchas. Jesús nos hablaba
y comenzamos a entender lo que quería comunicar». «Comenzamos a entender a Jesús, a pesar
de las continuas muertes de familiares y de amigos ante nuestros ojos, ¡habíamos llegado al
momento que llamamos una experiencia mística!». Pasaron de un sentimiento de abandono
total al jardín interior que comenzó a hacer crecer las flores más hermosas jamás imaginadas.
Como los supervivientes de ese accidente aéreo en los Andes, san Vicente de Paúl,
místico de la Caridad, después de una experiencia personal con Jesús, comenzó a cultivar en
su propio jardín cinco hermosas flores que le llevaron a una «experiencia mística». Estas flores
se llaman: la sencillez, la humildad, la mansedumbre, la mortificación y el celo por la salvación
de las almas.
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Vicente llamó a estas cinco hermosas flores de nuestro jardín. «las cinco piedras
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limpísimas» (Reglas comunes XII, 12), en referencia a las piedras con las que David venció a
Goliat. David representa el bien, todo lo que viene de Dios, y Goliat representa el mal, nuestras
tentaciones, nuestro egocentrismo, todo lo que intenta luchar contra Jesús e ignorarlo. Las cinco
hermosas flores, las cinco piedrecillas de David, las cinco virtudes se convierten en parte de
los fundamentos de la peregrinación de fe de Vicente, lo que nosotros hoy llamamos la
espiritualidad vicenciana.
Los supervivientes fueron guiados por el mismo Jesús a través de un retiro espiritual de
72 días y, después de sentirse totalmente abandonados, comenzaron a adquirir las cinco
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Cuando la única comida de la que disponían en el avión, chocolate y vino, se agotó, los
supervivientes se enfrentaron a un gran dilema, al que nunca antes se habían enfrentado:
¿deberían comenzar a comer la carne de los muertos para mantenerse vivos y recuperar fuerzas
para sus cuerpos totalmente agotados y debilitados? Después de muchos debates, de una
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repulsión física, de dudas, las cinco flores del jardín de cada uno comenzaron a florecer.
La flor de la sencillez, que nos permite ser y presentarnos ante los demás tal como Jesús
sueña que seamos, sin vergüenza ni sentimiento de inutilidad. «¡Oh, la sencillez, que no tiene
más mira que la de Dios, que rechaza todo motivo que no sea Dios!» (Sígueme XI/4, 591).
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La flor de la humildad, por la cual reconocemos y aceptamos con alegría que nosotros,
como seres humanos, no somos todopoderosos, omniscientes o capaces de realizar todo lo que
queremos, sino que está Jesús, quien tiene la última palabra y que sabe mejor que nosotros.«
La humildad consiste en anonadarse ante Dios y en destruirse a sí mismo para agradar a Dios
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La flor de la mansedumbre, que florece cuando nos damos cuenta de que cualquier
comportamiento opuesto a la mansedumbre no puede llevar a nada bueno, sino que trae tanta
discordia, sufrimiento y dolor. «La mansedumbre no solamente nos hace excusar las afrentas
e injurias que recibimos, sino que incluso pide que tratemos mansamente a quienes nos
maltratan, con palabras amigables…» (Sígueme XI/3, 479).
La flor de la mortificación, por la cual renunciamos a las cosas y personas a las que
estamos apegados de manera perniciosa y ofrecemos nuestros propios momentos de prueba,
nuestros dolores y nuestras luchas para ayudar a los demás en situaciones mucho más difíciles.
«En efecto, somos mucho más susceptibles ante el dolor que ante el placer, y se siente mucho
más la espina de la rosa que su olor. El medio para igualar esa disparidad consiste en abrazar
de la misma gana aquello que mortifica a la naturaleza de lo que la despoja de aquello que le
gusta, e inclinar el corazón al sufrimiento mediante la consideración del bien que nos
proporciona, manteniéndose pronto a recibirlo para que, cuando llegue, no nos veamos
sorprendidos ni entristecidos» (Sígueme IV, 50).
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La flor del celo por la salvación de las almas, para que cada ser humano en el mundo
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pueda un día alcanzar el cielo. «El celo es la quinta máxima, que consiste en un puro deseo de
hacerse agradable a Dios y útil al prójimo. Celo de extender el reino de Dios, celo de procurar
la salvación del prójimo. ¿Hay en el mundo algo más perfecto? Si el amor de Dios es fuego, el
celo es la llama; si el amor es un sol, el celo es su rayo. El celo es lo más puro que hay en el
amor de Dios» (Sígueme XII, 589).
Los dieciséis jardines de los dieciséis supervivientes, cada uno con las cinco flores más
hermosas jamás imaginadas, prepararon el momento en que no solo aceptaron comer la carne
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de los pasajeros muertos para mantenerse vivos, sino que su aceptación fue mucho más allá,
tocando el corazón de su fe e imitando a Jesús. Como Jesús ofreció su cuerpo y su sangre para
que nosotros pudiéramos permanecer vivos y vivir, así nosotros debemos dar nuestra carne y
nuestra sangre a los demás para permanecer vivos y vivir. «Por lo que se refiere a las razones
para que veamos la realidad del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor en este sacramento,
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no hay más que considerar lo que se nos dice en san Juan: «Esto es mi cuerpo, ésta es mi
sangre; el pan que doy, es mi propio cuerpo; el vino que os doy, es mi sangre». Nadie duda de
esta verdad más que los herejes, que se empeñan en entenderla en otro sentido. Nuestro Señor
mismo nos lo asegura, incluso mediante juramento, pues dice que el que no coma su carne y
beba su sangre no tendrá la vida eterna» (Sígueme XI/3, 106-107).
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Llegaron a un acuerdo común no solo para comer la carne de aquellos que ya habían
muerto, sino también para ofrecer juntos su propio cuerpo como alimento si debían morir, para
que otros pudieran permanecer vivos y vivir. Se convirtió en una «¡comunión mística, una
experiencia mística!».
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Ahora que entramos en Cuaresma, les sugiero, si es posible, ver la película Los
Supervivientes, disponible en línea para quienes tienen acceso a Internet, o leer el libro escrito
sobre esta experiencia, para ayudarnos a orar, reflexionar y meditar durante nuestra preparación
a la Pascua.
Tomaž Mavrič, CM